Beatriz Sarlo, el camino sinuoso de una intelectual

La intelectual se vio involucrada en una polémica cuando contó que había sido invitada a ser vacunada de forma VIP, por el gobierno de Kicillof. Pero ante la justicia se desdijo y luego pidió disculpas. ¿Lo dijo sin querer o a propósito? El caso plantea el cuidado que deben tener los intelctualres para no ser usados en la grieta gobierno / oposición.

NACIONALES 11/03/2021 Carlos Alberto Torino
Beatriz Sarlo arrepentida
"No debí haber dicho debajo de la mesa", dice arrepentida Sarlo. La intelectual dio a entender que le había ofrecido vacunarla en forma privilegiada en Buenos Aires. Kicillof la desmintió.
Beatriz Sarlo es un nombre que cala hondo en el imaginario anti k y en los recovecos progres e izquierdistas. 
Las patrullas perdidas del “periodismo de guerra” y los Big Data opositores debieran informar que por más betún que le pongan, Beatriz Sarlo es una crítica literaria, ensayista y socióloga que fue parte de una época dorada de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA cuando en la primavera democrática, conformó un plantel docente donde se mezclaba, entre otros, con Ricardo Piglia, Noé Jitrik, David Viñas y Josefina Ludmer. 
Aquellos coroneles de la grieta que la llevan a Sarlo para que les confirme sus sospechas en cámara, a las que automáticamente disfrazan de verdades absolutas e irrebatibles, debieran informar a la soberana audiencia que la profesora, antes que opinóloga se formó en la rigurosidad de la academia que duda y le gusta más las incertidumbres que las certezas. Una intelectual de estos kilajes jamás deja de interpelar y sus dichos son piezas discursivas para interpretarlas fuera de la exigencia del presente tan propio de la Era del Vacío -ya que estamos con la posmodernidad no está de más recordar un libro de Lipovetsky-. Entonces estos lobos de mentes brillantes debieran conocer que le hacen un penoso favor en ofrecerle a esta luminosa pensadora una exposición que ya con fango generará una irremediable lapidación porque sus pareceres incomodan a todos y a todas.
Cuesta creer a Beatriz Sarlo, y a esta hora se hace incansable repetir su nombre y apellido, enlodada en la miseria de la politización de la pandemia. Cuesta creer que ésta invitada a brindar seminarios y charlas en prestigiosas universidades estadounidenses, sea la misma que se vea envuelta en una polémica tan cercana del chiquitaje de la política argenta como lejana de las disertaciones sobre crítica literaria, la literatura gauchesca y Borges; cuesta comprender que sea la misma que tenga que salir a aclarar y a casi disculparse al final del día porque a sus palabras las calibró un batallón militante de la estigmatización más que su altura analítica, a la par  de un Jesús Martín Barbero o un Néstor García Canclini, verdaderos próceres de los estudios sociales latinoamericanos.
Estudiosa del teórico inglés Raymond Williams, quien se sorprendía que, en esta parte de la tierra, alguien se tomara el tiempo de leerlo y más aún estudiarlo, Sarlo se convirtió con el tiempo una referente para la consulta mediática sobre temas socioculturales y políticos que son bocadillos en la televisión y en su rol de periodista empezó a ser autoridad para firmar columnas de opinión en los medios masivos, llamados desde hace rato hegemónicos, que impugnen a la letra K.
Dos libros y la dirección de una revista de resistencia cultural al Proceso Militar del 76 son los puntos de entrada a su prosa y capacidad analítica. De esto nada saben los que aúpan a la Tía Bety, como cariñosamente la llama su fauna seguidora. Su ensayo Escenas de la Vida Posmoderna nos mostró y ayudó a leer como nadie lo hizo (en realidad, Baudrillard, Lipotvesky, Lyortard, Váttimo los principales autores abordados cuando se estudiaba/estudia la posmodernidad fueron comprendidos un poco mejor luego de leer a Sarlo) a los que nos inquietaba, después de la Caída del Muro y el fin de las Ideologías, el tema de la posmodernidad en los 90, una verdadera década infame.
En las facultades de Ciencias de la Comunicación se lee y se ejercita crítica cultural con la revista Puntos de Vista, que dirigió Sarlo. O sea, la tía Betty fue y era una referencia fuerte hasta no hace mucho. Inmiscuirse en este fango de reales fanáticos que solo buscan torcer a las noticias, le mella credibilidad, que al decir verdad suponemos que solo será un ventarrón de discordia lo que alterará esa imagen ese volumen intelectual que con tacto docente nos sumergía en las lecturas más complejas de los escritores argentinos y las realidades socioculturales de esta orilla del mapa.
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