EL ÉXODO JUJEÑO DE 1812, COMO EJEMPLO DE REPLIEGUE ANTE EL CORONAVIRUS

Este año la provincia de Jujuy conmemora un nuevo aniversario del Éxodo Jujeño en un contexto especial: sin marchas, sin hornitos, sin acto oficial. La pandemia del coronavirus, nos permite dar una mirada diferente a los hechos históricos relevantes de nuestra patria.

JUJUY 23/08/2020 El Expreso de Jujuy El Expreso de Jujuy
Obelisco_del_Exodo_Jujeño

Ante estos nuevos acontecimientos, no debe cambiar en nada la visión histórica de los hechos, por el contrario debemos permitirnos asumir desde nuestra propia mirada, lo que está sucediendo, llevarlo al contexto actual y reflexionar en ese sentido.

El pueblo jujeño de 1812 hizo un sacrificio enorme en pos de un naciente país. Dos años antes Argentina lograba su liberación del Reino de España y se esperaba una vida más venturosa.

Sin embargo las órdenes del General Manuel Belgrano fueron contrarias a cualquier pensamiento soberano. Había que retroceder, quemar todo, dejar tierra arrasada para que el enemigo no pudiera alimentar fuerzas.

Ese sacrificio del “Éxodo Jujeño de 1812”, le valió al pueblo jujeño la mayor gratificación que pudo otorgarle el General Belgrano: La bendición en estas tierras de la primera Enseña Patria Nacional, que estuvo a cargo del Canónigo Juan Ignacio Gorriti, una suerte de bendición al pueblo jujeño.

Ese es el sacrificio que se le pide hoy al pueblo jujeño, ante el embate de una fuerza enemiga extraña y poderosa como es el Coronavirus. Tenemos que entender que el pueblo debe replegarse, sacrificar nuevamente todas sus riquezas, guardarnos en nuestras casas y dejar que el virus del coronavirus, muera en el repliegue de una sociedad que espera ser bendecida nuevamente en muy poco tiempo.

 Éxodo y contraofensiva

 En 1812 el norte del viejo Virreinato del Río de la Plata era una zona en guerra permanente entre las fuerzas revolucionarias rioplatenses y los ejércitos españoles asentados en el Perú. Tras derrotar al ejército de Castelli en Huaqui, el ejército realista avanzaba al mando de José Manuel Goyeneche y Pío Tristán.

En este contexto Manuel Belgrano es enviado a comandar el Ejército del Norte. Éste había sido uno de los principales dirigentes del núcleo de conspiradores revolucionarios que llevó adelante la Revolución de Mayo de 1810, y luego había tomado tareas militares enfrentando a los españoles en Paraguay, la Banda Oriental y Rosario.

En Buenos Aires habían sido desplazados los sectores criollos más consecuentemente revolucionarios como Mariano Moreno y se había impuesto el Primer Triunvirato, con su figura fuerte en Bernardino Rivadavia. Así, el nuevo gobierno había firmado el “Tratado de Pacificación”, por el cual se dejaba a la Banda Oriental en manos de los españoles, forzando a Artigas a emprender el “Éxodo Oriental”. Y, en el mismo sentido, la orden enviada a Belgrano era retroceder hasta Córdoba, abandonando todo el territorio al norte de esta provincia.

Belgrano, que quería combatir a los españoles, aceptó la orden del Triunvirato, pero decidió que se haría una retirada general de toda la población jujeña, de tal manera de no dejarles a los españoles ni casas, ni alimentos, ni animales, ni nada que pudieran utilizar. Así, el 29 de julio emitió un bando en el que planteaba: “las armas de Abascal al mando de Goyeneche se acercan a Suipacha; y lo peor es que son llamados por los desnaturalizados que viven entre vosotros y que no pierden arbitrios para que nuestros sagrados derechos de libertad, propiedad y seguridad sean ultrajados y volváis a la esclavitud”. Se refería a las elites locales, de las cuales tenía información que ya estaban negociando con los españoles para que se les respetaran sus propiedades.

Así, convocaba a hacendados, labradores y comerciantes a reunirse con el ejército llevando todas sus armas y propiedades. Y decretaba de manera contundente: “serán tenidos por traidores a la patria todos los que a mi primera orden no estuvieran prontos a marchar y no lo efectúen con la mayor escrupulosidad, sean de la clase y condición que fuesen”. Los sectores populares colaboraron fervientemente, mientras que las elites no tuvieron otra opción que plegarse a la retirada, so pena de ejecución. Los cultivos fueron cosechados o quemados, las casas destruidas y los productos comerciales enviados a Tucumán.

La procesión se inició en agosto de 1812, con unas 1.500 personas que llevaban todo lo que podía ser transportado en carretas, mulas y caballos. Los realistas enviaron sus avanzadas a hostilizar a los que se retiraban, pero las tropas de Díaz Vélez los derrotaron en el combate de Las Piedras. En cinco días, tiempo récord, se cubrieron 360 kilómetros y se llegó a Tucumán.

Allí, la voluntad de lucha de los pueblos del norte decidió a Belgrano a desobedecer las órdenes del Triunvirato y presentar batalla a los españoles. El 24 de septiembre, el triunfo de las fuerzas revolucionarias en la Batalla de Tucumán puso un freno definitivo al avance realista y generó la crisis y caída del Triunvirato rivadaviano, abriendo paso a una nueva ofensiva de la revolución rioplatense.

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